Pinceladas de Asturias

facebookTwiterYou Tubeinstagram

Sexo, libros y extravagancias, de Alberto Zurrón

slyextr

 

 

 

 

 

 

 

El abogado y escritor Alberto Zurrón es el autor del ensayo Sexo, libros y extravagancias, la historia desconocida de los grandes autores de la literatura universal, junto a Leopoldo Tolivar Alas, presidente de la Real Academia Asturiana de Jurisprudencia; Arturo Téllez, periodista, y Enrique Valdés Escalona, bibliotecario del ICAO.

«Los escritores siempre han viajado de dentro para fuera con una maleta de doble fondo: en la parte descubierta, la naturalidad, para pasar desapercibidos; en la oculta, la singularidad, la personalidad de contrabando», dice Alberto Zurrón (Gijón, 1968). Hay escritores con manías dignas de un loquero y vidas tan asombrosas que hacen palidecer a las de sus propios personajes. Novelistas incapaces de escribir una página sin tener una copa en la mano o tan prolíficos que acabaron asfixiados en su propio ego. Un Hemingway yéndose al otro mundo en circunstancias exactas a la que eligió su padre, dos de sus hermanas y una nieta. Un Scott Fitzgerald que entraba a los casinos a cuatro patas o una Virginia Woolf que no soportaba leer sus textos. Por no hablar de un Juan Ramón Jiménez que descartó ir a recoger en persona el Premio Nobel porque Suecia quedaba lejos, hacía frío y tenía pánico a morir por el camino. La historia de la literatura está repleta de pasajes y autores llenos de secretos, extravagancias y pecados inconfesables.

Zurrón escribe esta historia inédita de la literatura entre bambalinas centrada en los grandes autores de los siglos XIX y XX y sus obsesiones más secretas. Un desternillante viaje repleto de anécdotas, tragedias y curiosidades que explican de otra manera el doloroso origen de obras maestras como Ulises o 1984. No faltan el sexo, los fetichismos y todas las fobias del mundo en este fascinante atajo hacia el centro neurálgico de la literatura que es, ni más ni menos, quienes la hicieron.

HA DICHO… «Los escritores siempre han viajado de dentro para fuera con una maleta de doble fondo: en la parte descubierta, la naturalidad, para pasar desapercibidos; en la oculta, la singularidad, la personalidad de contrabando. La inspiración de los escritores es un complejo mundo de tres polos; hay un hemisferio norte poblado de recuerdos y un hemisferio sur poblado de sensaciones, y esos dos hemisferios solo pueden abrazarse atravesando un tercer polo hecho de millones de ladrillos: las palabras. Ellas son las que han propiciado esa meta de la inmortalidad a la que todos han llegado, ya sea a rastras, ya sea como Horacio se imponía a sí mismo: hiriendo con su cabeza las estrellas, si bien para esto no hay que buscar las armas más adecuadas, sino las palabras más precisas, para saber dónde herir sin matar y por dónde matar la memoria sin herir los sentimientos.

La gloria es esa sombra que el escritor persigue con una camisa de fuerza para protegerla del frío, y el lector es responsable de mantener no solo esa temperatura, sino también el peso del escritor, hasta el punto de que el perdido al morir no son esos gramos que los científicos han adscrito al alma; ese peso lo pierde la humanidad en su conjunto, en forma de desaliento. Cuando uno se enrola como soldado de infantería en el ejército de la literatura sabe que no va a haber un momento de tregua en las avanzadillas de los envidiosos, en los cañonazos de los críticos y en las crueles emboscadas de la cotidianeidad, donde no existen días pares e impares, sino inspiración en los días paridos para reservar a los malparidos una carencia total de creatividad, viendo pasar metros y metros de hilo sin puntada que los cosa. Si algo no he hallado en los escritores es paz: ni exterior, ni interior; ni mental, ni digestiva. Antonio Machado dijo una vez que vivía en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas, de manera que, una de dos, o salía de un confesionario o entraba en el cuarto de baño arrasándolo todo. Con los escritores no hay término medio. En ellos la paz supone una gran inconveniencia porque es la enfermedad terminal de la rutina, la adormidera de sus fantasmas, el acta de defunción de sus demonios. Si se es escritor es porque han fallado todos los ángeles y solo quedan los demonios, reclamando un premio que espanta porque consiste en entregarles la vida entera sin necesidad de hacerla antes verdadera. Los escritores son buena prueba de que los demonios dan para mucho, precisamente por lo mucho que reciben, y es que, a poco que uno les consiga la cuna adecuada, se acaban convirtiendo en el animal de compañía perfecto. La selección de autores que he llevado a cabo reside en preferencias acérrimamente subjetivas, a veces movido no tanto por el deslumbramiento de toda una obra, sino por la oscuridad de toda una vida; así que aquí los presento a todos, o a casi todos, con sus miedos y sus fobias, sus ansias y sus inquietudes, sus odios y sus inquinas, sus miserias y sus manías, sus depresiones y sus sinsabores, sus fantasías y sus payasadas, sus derrotas y sus conquistas, sus ruidos y sus furias, sus travesuras y sus rencillas, sus inocencias y sus artimañas... ¿Qué más se puede pedir? Quizás luz, más luz, como Goethe al morir; pero... ¿para qué?» Alberto Zurrón

 

Alberto Zurrón (Gijón, 14 de diciembre de 1968) es un abogado y escritor afincado en Oviedo. En 1988 publicó su primer libro de poesía titulado Aria y fantasía, y desde entonces han visto la luz Habitar en la onda (1994) y La tierra también era mentira (1998), así como las novelas El juez que soñaba con ballenas (2009), La soledad de las cajas muertas (2012) y El paraíso del que te hablé (2018). También ha abordado el género ensayístico con El mito de la fealdad (2005) e Historia insólita de la música clásica, en dos volúmenes (2015 y 2016), dedicado a su pasión por los acordes y por la divulgación histórica. Ha sido galardonado con varios premios nacionales de poesía, entre ellos, el III Premio Villa de Cox (Alicante), en 1993; el Premio de Poesía Ciudad de Tomelloso, en 1998; o el Premio de Poesía Latin Foundation Heritage, en 2010. Entre 1998 y 2001 fue articulista y crítico literario del diario El Comercio de Gijón. Además, en 1995 fundó y dirigió durante años la Sociedad Rilke Española, dedicada a la difusión de la vida y la obra del poeta checo.

 

Forma parte de la “familia” de Pinceladas de Asturias :)

Visita nuestra web

Síguenos en las redes sociales

Envíanos actividades

 

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.